Friday, July 3, 2020

¿Qué Gana Una Empresa Al Patrocinar A Un Museo?




En los últimos años, ha habido un interés creciente de las Ciencias de la Comunicación por comprender los aspectos comunicacionales asociados a los problemas de financiación de las organizaciones culturales, especialmente los que se vinculan con las practicas del mecenazgo y patrocinio. Ocurre que la relación entre los museos y las donaciones provenientes de mecenas privados es anterior al vínculo de estas instituciones culturales con el mercado o el Estado. 



Fuente: https://www.nationalemuseumweek.nl/  Patrocinio de banco ING Holanda


El término mecenazgo significa, en la actualidad, algo muy distinto de lo que históricamente se ha utilizado, salvo en el hecho en sí de que hoy se siga llamando mecenas a quien protege de alguna manera la producción de obras de arte, su difusión social y el bienestar de quienes las realizan. Quizás el matiz diferencial más acusado al respecto en el mundo contemporáneo tenga que ver con que esta actitud benefactora en favor de las artes se haya convertido en un deber público y no solo privado. Actualmente, la protección del arte es considerada un servicio público a cargo del Estado, dejando en manos privadas la correspondiente labor subsidiaria, tanto más necesaria cuanto que el arte no es una actividad programable, y, menos, en el seno de un sistema liberal capitalista. En este sentido, el primer problema del mecenazgo es lograr un anclaje eficaz entre la acción pública y privada, para lo cual es imprescindible conocer y evaluar la experiencia acumulada con vistas a examinar la situación y estrategias del presente. 

Evidentemente, en el tema del mecenazgo se mezclan aspectos de muy diversa índole, políticos, económicos, jurídicos y culturales, que no cabe obviar, como tampoco la compleja trama de agentes que intervienen en su desarrollo. El conocimiento acumulado sobre el mecenazgo cultural moderno reconoce a los museos, por ejemplo, como receptores privilegiados de los aportes de las empresas y las fundaciones. Lo que para los museos es una fuente de financiamiento, es (al mismo tiempo) para las empresas modernas, un mecanismo de comunicación institucional y proyección de su imagen. Con un peso creciente en los presupuestos de estas organizaciones, el mecenazgo ocupa además un lugar bien definido en la historia de la cultura occidental. Se trata de una de las experiencias más recurrentes entre las modalidades de financiación de la cultura y las artes. Los museos, por su parte, son probablemente dentro de la cohorte de las organizaciones culturales, los más antiguos y venerables espacios para la cultura y la creación. Las empresas chilenas, usando las leyes que rigen a las donaciones modales desde comienzos de los años 90, hacen frecuentes aportes a la financiación de proyectos culturales. Los museos del país, pese a las ingentes cantidades de visitas que reciben y a los atributos positivos que se asocia a su imagen (Bastías Sekulovic, 2012), no suelen estar entre sus principales beneficiarios.

Teóricamente, en un contexto de restricciones presupuestarias y disminución de las audiencias, para los museos las empresas donantes deberían constituir un público estratégico (stakeholders). Sin embargo, un estudio acucioso es probable que muestre que la imagen que los museos proyectan hacia estos públicos no está contribuyendo a las posibilidades de allegar mayores recursos a su financiación. Desde el ámbito de la comunicación corporativa, sabemos que la imagen que los museos –y las organizaciones en general-proyectan depende en buena parte de su capacidad de gestión de la comunicación, es decir de la puesta en práctica de sus competencias comunicacionales, a las que ya nos hemos referido con anterioridad.




Si esa función –la comunicacional- de la gestión museal no se realiza adecuadamente, es poco probable que el museo encuentre respaldo al desarrollo de sus proyectos por parte de la empresa y la comunidad. Así, si las organizaciones culturales, como los museos por ejemplo, que  no cuentan con el favor de una parte de la comunidad –y una muestra de ello podría ser que no reciben donaciones- sería indicativo de que no están haciendo todo lo debido para el logro de su misión. Al menos no estarían contribuyendo al establecimiento de una relación madura entre el sector público y los privados para contribuir conjuntamente al bien común, aspecto que ha sido declarado como deseable desde el punto de vista de las políticas culturales que rigen al sector en Chile (Antoine, 2013). 

Aspecto que ha sido puesto de relieve recientemente cuando desde la organización pública de los museos chilenos se promueve la creación de un sistema nacional de museos orientado, entre otros aspectos, a "fortalecer la capacidad de gestión de los museos en Chile, propiciando la inversión pública y privada en ellos", reconociendo la falta de financiamiento adecuado en la mayoría de los museos: "Si bien, durante las dos últimas décadas han aumentado significativamente los recursos públicos y privados para el área de los museos –principalmente para infraestructura, equipamiento y proyectos expositivos- aún son muchos los museos que no cuentan con los recursos financieros suficientes para poner en valor nuestro patrimonio y para abordar los múltiples desafíos que surgen de su rol actual"(DIBAM, 2015).

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